Abuso de confianza

Sexo, el arte del placer, al hacer el amor, paraíso de orgasmos entre la piel de las personas, indiferente, hombre con hombre, hombre y mujer o mujer y mujer; o la apreciación de tríos, cuartetos, todo valido para el sentir del placer al clímax del orgasmo.

Pero cuando se trata de violación ultraje o abuso, ese es el sexo más repugnante que una persona puede sentir sin depender del sexo que pertenece, pues tanto hombres como mujeres ultrajadas con la finalidad del abuso sexual que no deseaban.

En el principio de mis años había temas que desconocía gracias a esa la ignorancia encontré la felicidad inocente, real y pura en la que me hallaba, pero según iba creciendo todas esas curiosidades fueron reconocidas. Violación, ultraje, abuso, era palabras que escondían el infierno moral en vida. Desde ese típico viejo verde que me seguía con su furgoneta al bajar del autobús escolar hasta la casa que yo habitaba, insistiendo que conociera lo que significaba ser hombre, bocinas, silbidos por la calle, miradas que devoraban. Dolor en mi ser, al recordar la vez que entre en la clase después de la hora del recreo y todos mis compañeros se abalanzaron sobre mí y mis dos compañeras, ellas fueron amaradas con los brazos que le rodeaban de alguno de mis compañeros, los gritos que salía de mi con la finalidad de que se apartaras, o que algún adulto escuchara, las compañeras intentando defenderse, mientras ellos acariciaban mi cuerpo por debajo de la ropa sin importar lo que sentía, sin importar el dolor y el abuso que cometían, más de vente manos rozando por todo mi ser siendo manchado por las huellas de los que una vez considere compañeros de clase, pero en aquel día no pude sentir nada más que un desprecio de mi persona rompiéndome a cada mano sentida, al verme echada en el suelo mientras ellos manoseaban mi cuerpo, mis pechos, mi parte más íntima, las voces de ellos mezcladas con los gritos ruido que me atormentaba, el dolor en las lágrimas, impotencia al no poder parar ese sufrimiento, ese momento deseando que terminase de una vez, el sentirlos encima de mí. El momento más interminable jamás experimentado, y al momento se empezó a escuchar el sonido del silencio del pasillo y unos tacones a cada paso, entonces se desvanecieron de la manera más rápida para no ser pillados pues los pasos de los tacones era de la profesora se acercaban cada vez más, pues ella era la que esperábamos para la clase. El llanto, odio, repugnancia, todo sentimiento acumulado y expresado entre unas lágrimas, ansiedad que reconcomía , suplicando a la profesora que me dejara irme, fui corriendo al baño, pues no podía expresar nada tan solo quería huir y no tener que volver. Las compañeras comentaron y el castigo de mis compañeros por el abuso y ultraje que obtuve fue los versos y el enfado de esa profesora, tan solo una riña verbal que ellos obtuvieron después de ya haber visto y tocado mi cuerpo.

No dejaba de sentirme rota, incompleta. Día tras día conviviendo con los que me causaron el dolor durante horas, aislándome, dañándome más de lo que ellos me dañaron, entre drogas, y cuchillas, heridas en mi alma pero provocando en mis muñecas, pensamientos suicidas que rondaban por mi mente. Cambiando mi forma de vestir, dejando las amistades a un lado, el temor de ir sola por la calle, ese banco lleno de hombres que te revisaban con la mirada, cruzando la cera para no acercarme y ese temor aflorando; la debilidad en mi mirada, el nerviosismo y el latido de mi corazón aumentando por momentos. El desprecio de mi mirada en el espejo.
Al sentirme sucia, el temor de expresar esas palabras, pero la suerte de no ser violada, tan solo abusada. No todas las mujeres pueden decir eso. Violaciones o abuses que aumentan con el tiempo, mujeres, hombres abusados de esas personas más cercanas o los desconocidos más perversos, frases expresando hoy en día ni una más, pues el temor en los ojos de los padres al dejarnos ir solas por la calle, al expresarle a una amiga avísame cuando llegues por la preocupación, el desespero al irte corriendo por sentir que te persiguen, la manera sentida de ser un objeto sexual ante las bestias disfrazadas de hombres. Una sociedad en el que nos dicen que debemos protegernos entre nosotras, en que nos dicen cómo debemos vestir para no provocar que nos violen además de enseñarle al hombre a no violar. Miles de frases machistas o creencias en violencia doméstica donde el hijo tiene dos caminos, ver la maldad y el dolor en cada abuso, o el reconocimiento de que así debe ser tratada la mujer, pues tan solo para complacer su instinto sexual. Enfrentando el temor, venciendo el miedo que ellos provocaron. Silenciando los versos para no preocupar a mis padres o hermanos, luchando con mi interior y la ayuda de la creencia de Dios en el que sentía que el ayudaría a la poca fe de salir de ese lugar. El graduado y al salir corriendo de esa clase que tanto daño me provocó, el desprecio en esos chicos, y un día la confesión a mi hermano cuando preguntó porque el desprecio y el carácter que obtenía con ciertas personas que él conocía, al contarle, le ardió la sangre preguntándome porque no se lo conté, pues por defenderme se hubiera buscado la ruina de pegar, de amenazar a un menor de edad. El silencio entre la sociedad, la defensa de mi madre ante ese viejo verde sin vergüenza al repetirme lo mismo en el mercado, la finalidad de su encuentro. El paso de reconstruirme en base a la liberación en la escritura. Al sanar ese dolor y no guardarles rencor. 

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