El campo


Recorría el prado, sin temor, me postraba ante él, tumbándome en cualquier rincón, las flores y sus colores acompañaban en el paisaje, solía cerrar los ojos respirando el aroma, que me hacía sentir feliz y en mi hogar, como si esa sierra formara parte de mí. Corría entre las flores que invadían el campo de maíz. Jugaba entre ellas y al final del día recogía cada flor para obtener el punto de libro más natural y hermoso que pudiera existir con la esencia de la magia de lagua y sus diversas creaciones. Por su puesto el campo casi siempre ola a estiércol, ese olor que te recuerda el cerdo, pero tan solo era una montaña de mierda que alimentaba la tierra en su abono. Los animales e insectos de habitan en él, la hermosa mariposa, la trabajadora pero furiosa abeja, el zumbido de las moscas, o el canto de los pájaros. Los sueños de la esperanza y la incertidumbre en la misma margarita donde sus pétalos se deshojan con la finalidad de desear lo que en tu corazón a guarda, pero al finalizar una, se empieza con otra, un sinfín de dudas interminables e insólitas, basadas en la existencia impar de todos los pétalos de cada margarita...


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